domingo, 14 de mayo de 2017

Somba, la tierra de las gentes que caminan desnudas

El sur de Benín está bañado por el océano Atlántico. Son cien kilómetros largos de costa en los que se concentra lo más destacado del país y más de la mitad de su población. Aquí se encuentra la capital, Portonovo, el espectacular poblado lacustre de Ganvié, la universidad de Abomey-Calavi, el gran centro administrativo y comercial de Cotonou, Ouidah, famosa por el vudú y la trata de esclavos o Grand Popó, el lugar de recreo con sus playas salvajes.

Conforme nos movemos hacia el norte nos vamos introduciendo en un mundo remoto, comenzamos a viajar hacia el pasado, nos adentramos de lleno en el corazón de África.

Al alejarse de la franja costera, la cosa empieza a cambiar. El otro extremo del país permite conocer de cerca y sin agobios la auténtica fauna africana. En el parque natural de la Pendjari se pueden observar sin problema, elefantes, cocodrilos, hipopótamos, incluso leones. Desde Natitingou hacia el norte Benin se transforma deprisa, el paisaje se arruga, desaparece el asfalto, el terreno se hace más incómodo y el entorno se reseca. Poco a poco van emergiendo entre el paisaje pequeños poblados remotos de aspecto ancestral, chozas circulares de color terroso con techos de paja y aldeas con cabañas primitivas de adobe en medio de un paraje natural con mangos voluminosos, tecas, baobabs, irocos gigantes y karités.




Conforme avanzamos hacia la Pendjari da la sensación de que nos vamos colando en una especie de túnel del tiempo que nos acerca al pasado a pasos agigantados. Por aquí la globalización, el progreso y el turismo avanzan a cámara lenta. África se presenta ante nosotros con toda su capacidad para fascinar. Atravesamos el país Somba"la tierra de las gentes que caminan desnudas", una antigua etnia de guerreros que en esta esquina norteña de Benín, en el macizo de Atakora, cerca de Togo, han mantenido sus costumbres casi intactas. 

Resultan muy llamativas las viviendas, llamadas Tata Somba, únicas en el mundo. 

Estas rudimentarias chozas puntiagudas de barro, arena y paja, que en otros tiempos se construyeron para defenderse de las fieras y de los cazadores de esclavos, son hoy sus hogares. Los hombres montan la estructura de madera mientras que las mujeres rellenan con adobe y estiércol lo que luego serán las paredes. Al final, las cabañas circulares se unen entre sí y cierran el poblado como si fuese una muralla. 

La única entrada de estas viviendas es pequeña y está siempre orientada hacia el oeste. El este se considera el polo negativo, el lado por el que vienen los grandes males y las tormentas, mientras que el oeste significa progreso, futuro y felicidad. 

Las Tata Somba más evolucionadas son de dos alturas. La altura supone un mejor aislamiento, una defensa más eficaz contra las fieras y además es una atalaya excelente para apreciar con tiempo la llegada de posibles enemigos y prepararse para la defensa. En estas viviendas-fortaleza con dos niveles, la parte de abajo se utiliza para cocinar y para encerrar los animales. Por medio de una tosca escalera se accede a través de un agujero a la terraza, en la que se encuentran otras dependencias a modo de habitaciones y graneros, techados con un tejado cónico de paja. Obviamente no hay aire acondicionado ni calefacción. Pero tampoco hay ducha, ni cuarto de baño, ni electricidad. Ni tan siquiera agua.




Dicen que los somba para elegir el lugar ideal en el que construir su casa, disparan al aire una lanza o una flecha que al caer se clava en el suelo. Si después de una semana se mantiene en pie, es la señal de que el lugar es idóneo. 

Normalmente, las Tata Somba se adornan con la cornamenta de algún animal. Como los somba son animistas, junto a la diminuta y única puerta de acceso suele haber algún fetiche protector y en el interior un pequeño altar para el culto vudú. Si en la vivienda vive una persona anciana duerme en la planta baja, no solo por la dificultad de subir las escaleras sino también porque se considera que ahí está más cerca de los espíritus con los que no tardará en encontrarse.

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