sábado, 11 de marzo de 2017

Pero, ¿qué tiene Benín?

Volvemos a Benín. Mucha gente se pregunta por qué repetir habiendo tanto mundo pendiente. Es cierto. En principio puede parecer chocante y seguramente lo sea. Pero hay razones. Haber haylas, que diría un gallego. Una primera puede ser haberse entretenido leyendo a Saramago. "El fin de un viaje es siempre el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio. Hay que volver a los pasos ya dados para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino". Sabio Saramago.

Quizás también haya algo de tipo personal, de carácter. Si uno se siente más a gusto cerca del segundo plano que del protagonismo, si desde pequeño te tientan más los pueblos que las ciudades, si para ti la realidad está más cerca de la letra pequeña que de los titulares, si disfrutas conduciendo por carreteras secundarias y te aburren las autopistas, hay motivos sobrados para pensar que te puede interesar más lo que pasa en Savalou o saber cómo es la vida en Natittingou que pasear por la Marienplatz o ir de vacaciones a París

Es innegable que un viaje a Benín supone vivir de cerca la escasez, las estrecheces. Por eso no es para los que van en busca del relajo, de la comodidad, de lo más actual, del lujo o el confort. Que no vayan a Benín a buscar todo eso. Es casi seguro que se equivocan. Quizás lo tienen fácil en Manhattan, en Marbella o en Roma, pero no es lo que hay que ir buscando a Benín.

Benín es África y África es otra cosa. Es ir al encuentro de historias lejanas, de lugares escondidos, es ir a paladear otras culturas, hablar con otras gentes y acercarse a otras formas de conducta. Y eso es bueno. Se contrastan pareceres, se cuestionan actitudes y se reflexiona. Si vuelves pensando que no tiene sentido mirarse tanto el ombligo o convencido de que la felicidad es más barata de lo que creías, no es poco. Ya ha valido la pena el viaje. Puede que no sea así, puede que vuelvas sin ansias de ser más cuidadoso con el entorno o sin sentirte más parecido a los diferentes. En cualquier caso, poder husmear en los secretos del vudú, disponer ante ti de paisajes con gran belleza natural o disfrutar de la alegría contagiosa de los niños no es ninguna pequeñez. Son razones sobradas para viajar a Benín.  Por eso volvemos. 

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